domingo, 16 de febrero de 2020

WALT DISNEY Y EL ESTUDIO DE ANIMACIÓN MAS FAMOSO DEL MUNDO. Animation Gossip 13.


En este nuevo Animation Gossip María Lorenzo nos va a hablar sobre el fundador del estudio de animación más famoso del mundo, Walt Disney. Aunque creamos que sabemos muchísimo sobre este popular personaje, estoy segura de que esta entrada os va a resultar muy reveladora para descubrir cómo creó un estilo de animación novedoso que ha cautivado a tantas generaciones han conectado. No os la perdáis. Y, para disfrutar del formato audiovisual, aquí tenéis el enlace:https://vimeo.com/359947328?fbclid=IwAR1SRFrspiW8HCf2RxiEa29i9vIO1bqeQozz_ABsO3MaAhF7bzc2PRQbkZ0


Walt Disney nació en Chicago en 1901 y murió en California en 1966. Sin embargo, se suele asociar su origen a otro lugar idílico, Marceline, en Missouri, donde crece rodeado de naturaleza; y a Kansas, donde fundó su primera productora.
Era el cuarto de cinco hermanos y creció soportando los malos tratos de su padre. A la edad de 17 años falsificó su partida de nacimiento para viajar a Europa como camillero durante la Segunda Guerra Mundial.
Ub Iwerks

Walt Disney fue un estudiante mediocre y como artista tampoco destacó de manera superlativa; pero en 1920 empieza a probar suerte en el mercado de la publicidad y de la animación, y conoce a Ub Iwerks, que era un caricaturista muy dotado. Juntos crean en 1922 su propio estudio: Laugh-O-Gram Films, en el que producen un piloto de serie, Alice in Cartoonland.

 Este trabajo es deudor del famoso Out of the Inkwell de los hermanos Fleischer, que mezclaba actores reales con personajes de animación. Aunque caen en bancarrota, el trabajo llama la atención de la pionera absoluta de la distribución de animación en Estados Unidos, Margaret Winkler, una antigua ejecutiva de Warner que también representaba los cartoons de Felix el gato.

Margaret Winkler

De hecho, fue la propia Winkler la que sugirió que en adelante imitasen el estilo de animación e incluso el diseño de Felix el gato, lo cual molestó muchísimo a su productor, Pat Sullivan. Margaret Winkler, sin embargo, se quedó muy contenta representando el trabajo de Walt Disney y Ub Iwerks, que además estaban empleando sistemas que incrementaban la calidad, como era simplemente grabar la animación en un formato de prueba para testear la calidad de la animación, antes de darla por terminada.
En 1927 crean un nuevo personaje, Oswald the Lucky Rabbit, un modelo de personaje que empezaría a marcar la tendencia del cartoon americano, siendo muy imitado. La productora comienza a llamarse entonces The Walt Disney Studio. Pero pronto sucedería la catástrofe: Margaret Winkler… se casó con un dudoso personaje, Charles B. Mintz, quien se apresuró a retirar a su mujer del trabajo, quedándose él con su cartera de clientes.
Charles Mintz

Pero a Mintz no le bastó esto, sino que además creó un nuevo estudio de animación, puso al frente del mismo a su cuñado, y además le hizo creer a Disney que los derechos de Oswald no le pertenecían. La jugada, al final, no le salió bien, porque la Columbia terminó desplazando la producción de los cartoons de Oswald al estudio de Walter Lantz. Pero, en resumen, este varapalo le sirvió a Disney para aprender de manera traumática que en Hollywood debía ejercer un control absoluto sobre su producción.


En 1928 Ub Iwerks diseña un nuevo personaje, Mickey Mouse. Los dos primeros cortos de Mickey pasaron desapercibidos, pero el tercero, Steamboat Willie, causó sensación al combinar creativamente la acción de los personajes con todos los efectos sonoros, dando lugar al efecto conocido como Mickeymousing: hacer que en animación todo genere su propio sonido.
Inmediatamente incorporaron nuevos personajes al elenco de los cartoons de Mickey, como Minnie, Goofy, Pluto o Clarabella. En paralelo, en 1929 comienzan la serie Silly Symphonies, donde la música dicta el ritmo y la actuación de los personajes, como en la aclamada The Skeleton Dance (1929).
Las Silly Symphonies fueron el banco de pruebas que serviría para introducir paulatinamente un montón de innovaciones, desde la película a color hasta el uso de la cámara multiplano, con las que fueron conquistando poco a poco el realismo.
Pero a Disney le obsesionaba además la idea de crear personajes que no solo fueran carismáticos, sino que además te identificaras con ellos, porque te recordaran a personajes de la vida real. En este sentido, la fábula de Los tres cerditos (1933) supuso un importante paso al crear personalidades definidas y un conflicto fuerte.


A esto ayudó el hecho de crear departamentos especializados en distintas áreas, como el concept art, el departamento de guión donde se empezaron a realizar storyboards, o diversificar las funciones de los animadores, hasta tal punto que algunos de ellos se centraban en dar vida a ciertos personajes, como Goofy o Donald, como si fuesen actores con un lápiz en la mano.
Pero en el transcurso de los años 30 los artistas del estudio aún debían superar importantes dificultades para hacer que todas esas emociones que resultaban creíbles en personajes caricaturizados, como ratones o cerditos, funcionasen igual de bien en personajes humanos que exigían verosimilitud anatómica. Este equilibrio lo encontraron por primera vez en la producción de Blancanieves y los siete enanitos (1937), aunque el gran logro de animación de la película reside más en los personajes caricaturescos que en los más realistas, aún muy dependientes de la referencia de actores reales.

Hay que decir que el estudio Disney se empleaban actuaciones y grabaciones con intérpretes reales para inspirar a los artistas, pero la rotoscopia, es decir, el calco director de fotogramas de imagen real, estaba estrictamente prohibido. Como mucho, el artista podía recurrir a imprimir algunos fotogramas que le servían de guía, pero el trabajo de timing era creación suya por completo.
De esta manera, los artistas de Disney comienzan a fijar una serie de reglas indispensables para hacer que una animación sea realista, aun sin ser un calco de la realidad, como la anticipación, la compresión y extensión, demora y movimiento solapante, la acción secundaria, o el empleo sistemático de arcos para definir las trayectorias de cada parte del cuerpo.
A estas reglas se les llama los doce principios de la animación, tal como los fijaron por escrito los animadores Frank Thomas y Ollie Johnston en el libro The Illusion of Life, y aunque han experimentado muchos cambios y redefiniciones, especialmente desde el advenimiento de la animación por ordenador, hoy en día suponen la guía imprescindible para cualquier profesional del medio.

Blancanieves no fue, ni de lejos, el primer largometraje de la historia de la animación, pero sí fue la que consiguió transformar por completo el concepto que se tenía de los dibujos animados. No solo destaca su animación, con un cuidado acting, sino también una dirección de arte que bebe de los artistas europeos que trabajan en el estudio, como Albert Hurter, Key Nielsen o Gustaf Tengreen, que procedían del mundo de los libros ilustrados. También es importante la influencia de Joe Grant, un artista de concepto que fundó el departamento de modelos en volumen; por no hablar de los animadores Art Babbit y Vladimir Tytla, que dieron vida a personalidades nunca vistas en la animación.
A Blancanieves la llamaban “la locura de Disney”, pero lo cierto es que fue una construcción colectiva que supuso el trabajo y el sacrificio personal de todo el estudio. En 1939 Disney traslada su cuartel general a una pedanía de Los Ángeles, Burbank, aumenta su plantilla hasta alcanzar el millar de empleados, y comienza a realizar películas aún más ambiciosas, como Pinocho, Fantasía o Bambi, que por diversas circunstancias le reportan beneficios muy discretos.


Sin embargo, en 1941 estalla en el estudio una auténtica bomba de relojería, cuando en torno a 400 empleados se pusieron en huelga para demandar mejoras salariales y un trato más igualitario entre los trabajadores de distintos departamentos.
La huelga duró cuatro meses y estuvo a punto de llevar a la ruina a Disney, en plena producción de Dumbo, que afortunadamente terminó siendo una película muy rentable. La huelga se resolvió cuando Disney se vio forzado a volver a contratar a los trabajadores que había despedido, pero evidentemente marcó un antes y un después en la compañía. Finalmente estos empleados terminaron yéndose a otros estudios, lo que generó un aumento de la competencia.


Para resolver sus apuros económicos, Disney puso su objetivo en el mercado sudamericano, realizando películas compilatorias como Saludos Amigos (1942), y más adelante desarrollaría un fuerte mercado televisivo con documentales de naturaleza y películas de acción real. Pero quizá las películas que más contribuyeron a salvar la compañía en ese momento fueron las de propaganda bélica que le encargaba el gobierno, como Der Fuehrer’s Face (1942) o Victory Through Air Power (1943), un largo donde se defendía la idea de ganar la guerra mediante un arma definitiva: la bomba atómica.
En esa época nacen nuevas obsesiones personales. Disney se convierte en informador del FBI, lo que tendrá graves consecuencias durante la época de las listas negras de Hollywood. A su vez, en el estudio, Disney fue ganándose fama de ser un jefe paternalista y conservador, dominando cada uno de los pasos de la producción. Sin embargo, también hay que decir a su favor que Disney no estaba interesado en su lucro personal sino que invertía todo lo que ganaba en seguir realizando películas.
Mary Blair

Las producciones de los años 40 y 50 evidencian una maestría creciente en el manejo de la “personality animation” o caricatura del realismo, con producciones como Peter Pan, Cenicienta o Alicia en el País de las Maravillas, cuya directora de arte fue Mary Blair. Otro de los hitos del estudio fue La bella durmiente, con dirección artística de Eavynd Earle, cuya producción se alargó durante 8 años, y que se estrenó en 1959. En este mismo período, Disney centra su atención en la creación de un suntuoso parque temático, su particular Shangri-la: el primer Disneyland, abierto en 1955.


En los años 60, y con un Disney mucho más despreocupado, las producciones comienzan a ser dominadas por los propios animadores, destacando dos veteranos del estudio: Woolie Reitherman como director de animación, y Ken Anderson como director de arte. Ellos marcarían la pauta del estudio durante décadas, empezando por 101 dálmatas (1961), que fue la primera película donde se empleó sistemáticamente la fotocopiadora para sustituir el proceso de limpieza de línea.


Aunque a Disney no le gustó nada el resultado de la fotocopiadora, lo cierto es que las animaciones ganaron en frescura y espontaneidad, dando lugar a clásicos tan imprescindibles y modernos como El libro de la selva (1967), que Disney no llegaría a ver concluido. Disney falleció en 1966 a causa de un cáncer de pulmón, y está enterrado en el cementerio de Glendale, California.


Y hasta aquí puedo leer. A Disney se le debe la idea de la animación “de marca”, de un producto claramente reconocible, como un sello de calidad con el que es imposible competir. Las innovaciones tecnológicas que introduce son importantísimas, como la cámara multiplano vertical, pero también lo son sus procedimientos de estudio, estableciendo controles de producción como el storyboard o el test de línea. Pero, sobre todo, cuando hablamos de animaciones Disney, estamos hablando del trabajo de un grandísimo estudio donde trabajaron juntos artistas de muchísimo talento, no siempre bien reconocido, como Art Babbit, Joe Grant o Mary Blair, que llevaron la animación a cotas nunca antes imaginadas, y que hoy siguen siendo una referencia mundial.

Joe Grant


Referencias bibliográficas:
Giannalberto Bendazzi (2003), 110 años de cine de animación.
John Canemaker (1996), Before the Animation Begins. The Art and Lives of Disney Inspirational Sketch Artists.
Donald Crafton (1982), Before Mickey: The Animated Film (1898-1928).
Andreas Deja (2016), The Nine Old Men. Lessons, Techniques and Inspiration from Disney’s Great Animators.
Frank Thomas, Ollie Johnston (1981), The Illusion of Life: The Art of Disney Animation.