domingo, 27 de septiembre de 2015

EL VIEJO Y EL MAR. NOVELA Y ADAPTACIONES CINEMATOGRÁFICAS

                                                                                                                  Por Manuel Lorenzo Pérez




 Ernest Hemingway nace en Oak Park, cerca de Chicago, el 21 de julio de 1898. Vive una infancia salvaje y en la escuela sólo asiste a clases de primaria. A principios de 1918 desembarca en Francia, donde participa en trabajos de evacuación de heridos. Después pasa a Italia. Allí entra en combate y resulta herido. En Milán, convaleciente de sus heridas, Hemingway se empapa de la sensibilidad europea, lo que le servirá posteriormente para escribir algunas de sus páginas más brillantes, como Fiesta o Adiós a las armas.



Con sólo 25 años es nombrado corresponsal en París del periódico Toronto Star, lo que le permite, al mismo tiempo que realiza sus tareas periodísticas, dar a conocer sus primeras obras y relatos cortos (Las nieves del Kilimanjaro y otros). Tiempo después escribe su obra maestra, Por quién doblan las campanas.


Diez años más tarde, cuando la crítica ya había decretado la muerte literaria del autor, Hemingway sorprende al público con su novela corta El viejo y el mar, que le vale el Premio Nobel de Literatura de 1954. En aquella época tenía su residencia en Cuba. Habitaba una vieja casona llamada Finca Vigía, entre Matanzas y La Habana. Rodeado de trofeos de caza y de viejos carteles de toros, escribe por la mañana, dedicando las tardes a conversar con su círculo de amigos y artistas. Pero, sobre todo, cultiva la amistad y la conversación con los pescadores de las aldeas vecinas. De ahí debió de nacer la idea que preside el argumento de El viejo y el mar. También se dice que se inspiró para el personaje en Gregorio Fuentes,un canario emigrado a Cuba.


Hemingway con Gregorio Fuentes en la embarcación Pilar
I)La novela


Santiago es el viejo pescador de la historia. Ahora vive en una mísera cabaña pero en otros tiempos era el mejor pescador de la costa. Últimamente le persigue una mala racha, el salao. Lleva casi tres meses sin capturar ningún pez que valga la pena, por lo que decide arriesgarse a salir al mar abierto buscando las profundidades de la corriente del Golfo. Con los cebos de bonito y sardina fresca que le ha regalado Manolín, un joven que le tiene mucho afecto y que aprendió junto a él los secretos de la pesca. Esta vez Santiago sale al mar seguro de que va a tener suerte.


Después de salir del puerto y remar durante las primeras horas de la mañana, Santiago lanza sus anzuelos y, mientras espera, observa la superficie del mar en busca de alguna señal que revele la presencia de los peces. Al mismo tiempo que fluyen por su cabeza recuerdos de los tiempos pasados, contempla en todo su esplendor el espectáculo del Sol emergiendo de las aguas por el Este.


Es a media mañana del primer día cuando uno de los sedales a más profundidad, cien brazas por debajo de la superficie, se agita de forma continuada. Santiago acude rápido al grueso sedal, cogiéndolo suavemente con sus toscas manos; adivina que se trata de un gran pez que allá abajo está comiendo la carnada. El viejo percibe emocionado los juegos del pez y mentalmente establece su particular diálogo con el, como si fuera su hermano. Pasan minutos interminables hasta que por fin el pez se traga la carnada principal que esconde el anzuelo.


Desde lo más profundo del mar una fuerza desatada arrastra la barca de Santiago durante dos días y dos noches, alejándolo aún más de la costa. La lucha es titánica pero noble. El viejo admira al pez, no quiere hacerle daño pero necesita capturarlo. En la mañana del tercer día la barca quedó inmóvil en medio del mar. Santiago comprendió que el pez estaba agotado y que el momento tan esperado se acercaba. De pronto apareció sobre la superficie del mar la criatura más hermosa que jamás había visto. Era un enorme pez espada, más grande que su barca. Calculó que debía de medir más de seis metros desde el morro hasta la cola.

Varias horas nadó el pez en círculos cada vez más estrechos alrededor de la barca, mientras el viejo Santiago recogía el sedal y hablaba al pez, ahora en voz alta. Con las últimas fuerzas consigue atraer al pez espada hasta el costado de la embarcación y allí lo remata con el arpón, agitado por las emociones más encontradas.


Tras descansar un poco recostado en la pequeña proa, armó el palo con la vela y, al impulso de la brisa que se había levantado, puso rumbo al puerto guiado por las estrechas estrellas y llevando el enorme pez espada fuertemente sujeto con cabos.

Santiago sabe que le espera un largo camino no exento de peligros y que debe comer y dormir para reponer sus agotadas fuerzas. Intenta conciliar el sueño pero vuelven los recuerdos de su juventud en desfile interminable.

Con las primeras luces del día, Santiago observa preocupado la estela rojiza que la sangre del pez dejaba en el mar. Poco más tarde asomaron sus aletas  dos tiburones, que siguiendo el rastro se acercaron de forma amenazadora. El viejo empuñó el arpón, esta vez para defender al pez el ataque de los tiburones. Al primero que se acercó lo suficiente le clavó la afilada lanza entre los ojos, matándolo en el acto, mientras el otro logró arrancar un gran bocado del pez. Pronto acuden más tiburones y todo sucede como en una pesadilla. A pesar de la lucha desesperada de Santiago, el gran pez es devorado por completo. Sólo queda de él la cabeza, el espinazo y la cola.


De esa forma llegó al puerto a la medianoche. Nadie lo esperaba. Con sus últimas fuerzas consiguió llegar hasta la cabaña, se echó sobre el camastro y se durmió profundamente. Pronto volverá a salir de nuevo a pescar con Manolín.


 Algunos de los grandes temas de la novela son la lucha contra las dificultades,  la soledad, la valentía y la amistad. Las pruebas que supera Santiago son un verdadero test de lo que vale un hombre que demuestra su coraje ante las dificultades.

II) Las adaptaciones cinematográficas 
                                                                                                                           Encarna Lorenzo



En 1958 se realizó la primera adaptación de la novela. Fred Zinnemann asumió la dirección inicialmente pero tras su retirada del proyecto se hizo cargo de la película John Sturges. El actor que encarnaba a Santiago fue Spencer Tracy, cuya excelente interpretación mereció una nominación al Oscar como mejor actor. La película fue nominada igualmente en la categoría de mejor fotografía, aunque al final fue solo Dimitri Tiomkin quien ganó el Oscar a la mejor banda sonora.
Como particularidades del rodaje puede decirse que del presupuesto inicial de 2 millones de dólares se acabó pasando a 5 millones por el empeño que pusieron en buscar las localizaciones de pesca más adecuadas. El film muestra bellas imágenes de los pueblecitos cubanos y de la costa caribeña. Mary Hemingway, cuarta esposa del novelista, actúa en la película como turista y el propio Ernest hizo en la misma un pequeño cameo. Al escritor le encantó la película. Dijo de ella que tenía una maravillosa cualidad emocional y que estaba muy agradecido y encantado con la transferencia de su material a la pantalla. Pensaba que Spencer Tracy estaba genial, que la fotografía era excelente y que el motivo central de la pesca había sido tratado de manera muy solvente. Esta adaptación del relato fue prácticamente literal, por lo que la obra puede seguirse a lo largo del guión casi palabra a palabra.


Una segunda adaptación se realizó en 1990. En esta ocasión fue una miniserie dirigida por Jud Taylor y en la que el protagonista, Santiago, lo interpretaba Anthony Quinn. Su rostro latino es muy apropiado para la película, pero destaca, sobre todo y como siempre en sus actuaciones, su inmensa presencia actoral en la pantalla. En el reparto figuran también sus dos hijos, Valentina y Francesco, asumiendo este el papel del joven Santiago.
 La serie fue nominada a tres Emmys. 


Pero la que me parece la adaptación más sorprendente es el corto de animación realizado por Alexander Petrov en 1999. El autor, nacido en 1957 en la Unión Soviética y residente en Canadá, ha utilizado frecuentes referentes literarios para sus obras. De ese modo había adaptado a Dovstoievski y a Pushkin antes que a Hemingway. Se le ha calificado como un realista romántico.
 La técnica que Petrov utiliza es muy particular, el óleo pintado sobre cristal, que maneja con pinceles o con las propias manos y que muy pocos artistas dominan. Para llevar a cabo este corto realizó 29.000 cuadros pintados sobre vidrio. El resultado es sensacional. A mí me entusiasma particularmente el comienzo, una maravillosa escena onírica en la que Santiago sueña con su infancia aupado en el mástil de un barco y contempla a los leones en lo alto de los acantilados. Pero me gustaría ceder la palabra a María Lorenzo quien, además de ser una gran experta en materia de animación, conoce personalmente a Alexander Petrov:


"The Old Man and the Sea" fue en su momento, y aún hoy, un cortometraje fascinante. Sus 20 minutos de duración llevaron al ruso Alexander Petrov a a encerrarse durante tres años para generar con sus manos, y poco más, una obra maestra de la animación, realizada con una técnica que exige dominio absoluto del movimiento y gran planificación, así como un indudable conocimiento del oficio de pintor. Petrov, ya entonces un autor muy curtido, con dos candidaturas al Oscar a sus espaldas (por "Sirena" y "El sueño de un hombre ridículo"), se lanzó a esta ambiciosa producción ruso-canadiense, donde demuestra gran pericia y aprovechamiento de las posibilidades del medio animado para sugerir transiciones de tiempo y de lugar, como flash-backs y recuerdos varios del nostálgico protagonista. Las emociones del viejo Santiago no nos son indiferentes en esta obra, creando un personaje de gran humanidad. Pero, sobre todas las cosas, lo que destaca es la incomensurable belleza del mar, pintado y en movimiento, con milagrosos colores que emergen desde el cristal iluminado desde abajo, soporte sobre el cual se animó toda la película. Tuve una vez ocasión de ver trabajar a Petrov en vivo: pintaba con los dedos, ayudándose muy puntualmente de un pincel, con un efectismo asombroso. Los movimientos que animaba, de gran realismo, los lograba a través de sus bocetos y fotografías (principalmente de su padre, modelo para Santiago). "The Old Man and the Sea", gran premio en el Festival Internacional de Animación de Annecy 2000, y merecedor del Oscar para Petrov (por fin), fue también el cénit de su carrera. Cada cierto número de años, tal como su laboriosa técnica lo exige, Petrov nos regala un nuevo cortometraje, generalmente basado en algún hito de la literatura rusa o la universal; no suele dejarse aconsejar sobre sus fuentes: él sabe lo que quiere, y cómo lo quiere, lo que hace que sus obras sean absolutamente personales.


Estoy segura de que tras estas autorizadas reflexiones de María Lorenzo sobre Petrov estaréis muy interesados en conocer mejor su obra. En primer lugar tenéis el enlace para ver el corto El viejo y el mar y, abajo, otro donde podeis ver sus restantes creaciones.


4 comentarios:

  1. Es fantástico poder conocer lo que escribe tu propio padre. Qué sorpresa. Gracias por la entrada.

    ResponderEliminar
  2. Una labor estupenda entre todos, sobre todo a Manuel, por traer una película tan poética y épica, con ese sabor a sal inconfundible y las vivencias de alguien que tiene al mar por horizonte. El aporte de la parte cinematográfica es un complemento ideal, y la novedad de Petrov todo un descubrimiento. Muchas gracias a los tres.

    ResponderEliminar
  3. Primeramente felicitar a la familia Lorenzo por su vena artística; no sólo eran las hijas sino que ahora también es el padre. Esta entrada me recuerda que tengo que volver a ver " El viejo y el mar".
    KFK.

    ResponderEliminar