Ernest Hemingway nace en Oak Park, cerca de
Chicago, el 21 de julio de 1898. Vive una infancia salvaje y en la escuela sólo
asiste a clases de primaria. A principios de 1918 desembarca en Francia, donde
participa en trabajos de evacuación de heridos. Después pasa a Italia. Allí
entra en combate y resulta herido. En Milán, convaleciente de sus heridas,
Hemingway se empapa de la sensibilidad europea, lo que le servirá
posteriormente para escribir algunas de sus páginas más brillantes, como Fiesta o Adiós a las armas.
Con sólo 25
años es nombrado corresponsal en París del periódico Toronto Star, lo que le
permite, al mismo tiempo que realiza sus tareas periodísticas, dar a conocer
sus primeras obras y relatos cortos (Las
nieves del Kilimanjaro y otros). Tiempo después escribe su obra maestra, Por quién doblan las campanas.
Diez años
más tarde, cuando la crítica ya había decretado la muerte literaria del autor,
Hemingway sorprende al público con su novela corta El viejo y el mar, que le vale el Premio Nobel de Literatura de
1954. En aquella época tenía su residencia en Cuba. Habitaba una vieja casona
llamada Finca Vigía, entre Matanzas y La Habana. Rodeado de trofeos de caza y
de viejos carteles de toros, escribe por la mañana, dedicando las tardes a
conversar con su círculo de amigos y artistas. Pero, sobre todo, cultiva la
amistad y la conversación con los pescadores de las aldeas vecinas. De ahí
debió de nacer la idea que preside el argumento de El viejo y el mar. También se dice que se inspiró para el personaje
en Gregorio Fuentes,un canario emigrado a Cuba.
I)La novela
Santiago es el viejo pescador de la historia.
Ahora vive en una mísera cabaña pero en otros tiempos era el mejor pescador de
la costa. Últimamente le persigue una mala racha, el salao. Lleva casi tres meses sin capturar ningún pez que valga la
pena, por lo que decide arriesgarse a salir al mar abierto buscando las
profundidades de la corriente del Golfo. Con los cebos de bonito y sardina
fresca que le ha regalado Manolín,
un joven que le tiene mucho afecto y que aprendió junto a él los secretos de la
pesca. Esta vez Santiago sale al mar
seguro de que va a tener suerte.
Después de
salir del puerto y remar durante las primeras horas de la mañana, Santiago lanza sus anzuelos y, mientras
espera, observa la superficie del mar en busca de alguna señal que revele la
presencia de los peces. Al mismo tiempo que fluyen por su cabeza recuerdos de
los tiempos pasados, contempla en todo su esplendor el espectáculo del Sol emergiendo
de las aguas por el Este.
Es a media
mañana del primer día cuando uno de los sedales a más profundidad, cien brazas
por debajo de la superficie, se agita de forma continuada. Santiago acude rápido al grueso sedal, cogiéndolo suavemente con
sus toscas manos; adivina que se trata de un gran pez que allá abajo está
comiendo la carnada. El viejo percibe emocionado los juegos del pez y
mentalmente establece su particular diálogo con el, como si fuera su hermano.
Pasan minutos interminables hasta que por fin el pez se traga la carnada
principal que esconde el anzuelo.
Desde lo más
profundo del mar una fuerza desatada arrastra la barca de Santiago durante dos días y dos noches, alejándolo aún más de la
costa. La lucha es titánica pero noble. El viejo admira al pez, no quiere
hacerle daño pero necesita capturarlo. En la mañana del tercer día la barca
quedó inmóvil en medio del mar. Santiago
comprendió que el pez estaba agotado y que el momento tan esperado se acercaba.
De pronto apareció sobre la superficie del mar la criatura más hermosa que
jamás había visto. Era un enorme pez espada, más grande que su barca. Calculó
que debía de medir más de seis metros desde el morro hasta la cola.
Varias horas
nadó el pez en círculos cada vez más estrechos alrededor de la barca, mientras
el viejo Santiago recogía el sedal y
hablaba al pez, ahora en voz alta. Con las últimas fuerzas consigue atraer al
pez espada hasta el costado de la embarcación y allí lo remata con el arpón,
agitado por las emociones más encontradas.
Tras
descansar un poco recostado en la pequeña proa, armó el palo con la vela y, al
impulso de la brisa que se había levantado, puso rumbo al puerto guiado por las
estrechas estrellas y llevando el enorme pez espada fuertemente sujeto con
cabos.
Santiago sabe que le espera un largo camino
no exento de peligros y que debe comer y dormir para reponer sus agotadas fuerzas.
Intenta conciliar el sueño pero vuelven los recuerdos de su juventud en desfile
interminable.
Con las
primeras luces del día, Santiago observa
preocupado la estela rojiza que la sangre del pez dejaba en el mar. Poco más
tarde asomaron sus aletas dos tiburones,
que siguiendo el rastro se acercaron de forma amenazadora. El viejo empuñó el
arpón, esta vez para defender al pez el ataque de los tiburones. Al primero que se acercó lo suficiente le
clavó la afilada lanza entre los ojos, matándolo en el acto, mientras el otro
logró arrancar un gran bocado del pez. Pronto acuden más tiburones y todo
sucede como en una pesadilla. A pesar de la lucha desesperada de Santiago, el gran pez es devorado por
completo. Sólo queda de él la cabeza, el espinazo y la cola.
De esa forma
llegó al puerto a la medianoche. Nadie lo esperaba. Con sus últimas fuerzas
consiguió llegar hasta la cabaña, se echó sobre el camastro y se durmió
profundamente. Pronto volverá a salir de nuevo a pescar con Manolín.
Algunos de los grandes temas de la novela son
la lucha contra las dificultades, la
soledad, la valentía y la amistad. Las pruebas que supera Santiago son un verdadero test de lo que vale un hombre que
demuestra su coraje ante las dificultades.
II) Las adaptaciones cinematográficas
Encarna Lorenzo
En 1958 se
realizó la primera adaptación de la novela. Fred Zinnemann asumió la dirección inicialmente pero tras su
retirada del proyecto se hizo cargo de la película John Sturges. El actor que encarnaba a
Santiago fue Spencer Tracy, cuya excelente interpretación mereció una
nominación al Oscar como mejor actor. La película fue nominada igualmente en la
categoría de mejor fotografía, aunque al final fue solo Dimitri Tiomkin quien ganó
el Oscar a la mejor banda sonora.
Como
particularidades del rodaje puede decirse que del presupuesto inicial de 2
millones de dólares se acabó pasando a 5 millones por el empeño que pusieron en buscar las localizaciones de
pesca más adecuadas. El film muestra bellas imágenes de los pueblecitos cubanos y
de la costa caribeña. Mary Hemingway, cuarta esposa del novelista, actúa en
la película como turista y el propio Ernest hizo en la misma un pequeño cameo. Al escritor le
encantó la película. Dijo de ella que tenía una maravillosa cualidad emocional
y que estaba muy agradecido y encantado con la transferencia de su material a
la pantalla. Pensaba que Spencer Tracy estaba genial, que la fotografía era
excelente y que el motivo central de la pesca había sido tratado de manera muy solvente.
Esta adaptación del relato fue prácticamente literal, por lo que la obra puede
seguirse a lo largo del guión casi palabra a palabra.
Una segunda
adaptación se realizó en 1990. En esta ocasión fue una miniserie dirigida por
Jud Taylor y en la que el protagonista, Santiago, lo interpretaba Anthony Quinn.
Su rostro latino es muy apropiado para la película, pero destaca, sobre todo y como siempre en sus actuaciones, su
inmensa presencia actoral en la pantalla. En el reparto figuran también sus dos hijos, Valentina y Francesco, asumiendo este el papel del joven Santiago.
La serie fue nominada a tres Emmys.
Pero la que
me parece la adaptación más sorprendente es el corto de animación realizado por
Alexander Petrov en 1999. El autor, nacido en 1957 en la Unión Soviética y residente en Canadá, ha utilizado frecuentes referentes literarios para sus obras. De ese modo había adaptado a Dovstoievski y a Pushkin antes que a Hemingway. Se le ha calificado como un realista romántico.
La técnica que Petrov utiliza es muy
particular, el óleo pintado sobre cristal, que maneja con pinceles o con las
propias manos y que muy pocos artistas dominan. Para llevar a cabo este corto
realizó 29.000 cuadros pintados sobre vidrio. El resultado es sensacional. A mí me entusiasma particularmente el comienzo, una
maravillosa escena onírica en la que Santiago sueña con su infancia aupado en el
mástil de un barco y contempla a los leones en lo alto de los acantilados. Pero me gustaría ceder la palabra a María Lorenzo quien, además de ser una gran experta en materia de animación, conoce personalmente a Alexander Petrov:
"The Old Man
and the Sea" fue en su momento, y aún hoy, un cortometraje
fascinante. Sus 20 minutos de duración llevaron al ruso Alexander
Petrov a a encerrarse durante tres años para generar con sus manos,
y poco más, una obra maestra de la animación, realizada con una
técnica que exige dominio absoluto del movimiento y gran
planificación, así como un indudable conocimiento del oficio de
pintor. Petrov, ya entonces un autor muy curtido, con dos
candidaturas al Oscar a sus espaldas (por "Sirena" y "El
sueño de un hombre ridículo"), se lanzó a esta ambiciosa
producción ruso-canadiense, donde demuestra gran pericia y
aprovechamiento de las posibilidades del medio animado para sugerir
transiciones de tiempo y de lugar, como flash-backs y recuerdos
varios del nostálgico protagonista. Las emociones del viejo Santiago
no nos son indiferentes en esta obra, creando un personaje de gran
humanidad. Pero, sobre todas las cosas, lo que destaca es la
incomensurable belleza del mar, pintado y en movimiento, con
milagrosos colores que emergen desde el cristal iluminado desde
abajo, soporte sobre el cual se animó toda la película. Tuve una
vez ocasión de ver trabajar a Petrov en vivo: pintaba con los dedos,
ayudándose muy puntualmente de un pincel, con un efectismo
asombroso. Los movimientos que animaba, de gran realismo, los lograba
a través de sus bocetos y fotografías (principalmente de su padre,
modelo para Santiago). "The Old Man and the Sea", gran
premio en el Festival Internacional de Animación de Annecy 2000, y
merecedor del Oscar para Petrov (por fin), fue también el cénit de
su carrera. Cada cierto número de años, tal como su laboriosa
técnica lo exige, Petrov nos regala un nuevo cortometraje,
generalmente basado en algún hito de la literatura rusa o la
universal; no suele dejarse aconsejar sobre sus fuentes: él sabe lo
que quiere, y cómo lo quiere, lo que hace que sus obras sean
absolutamente personales.
Estoy segura de que tras estas autorizadas reflexiones de María Lorenzo sobre Petrov estaréis muy interesados en conocer mejor su obra. En primer lugar tenéis el enlace para ver el corto El viejo y el mar y, abajo, otro donde podeis ver sus restantes creaciones.
Es fantástico poder conocer lo que escribe tu propio padre. Qué sorpresa. Gracias por la entrada.
ResponderEliminarGracias a ti por tu colaboración.
ResponderEliminarUna labor estupenda entre todos, sobre todo a Manuel, por traer una película tan poética y épica, con ese sabor a sal inconfundible y las vivencias de alguien que tiene al mar por horizonte. El aporte de la parte cinematográfica es un complemento ideal, y la novedad de Petrov todo un descubrimiento. Muchas gracias a los tres.
ResponderEliminarPrimeramente felicitar a la familia Lorenzo por su vena artística; no sólo eran las hijas sino que ahora también es el padre. Esta entrada me recuerda que tengo que volver a ver " El viejo y el mar".
ResponderEliminarKFK.