jueves, 7 de agosto de 2025

EL REY PASMADO

 Gonzalo Torrente Ballester publicó en 1989 su Crónica del rey pasmado, cuyo tono humorístico, irónico y picaresco, conquistó a la crítica y al público. Aunque nunca se lee su nombre en el libro, el rey de marras es Felipe IV (1605-1665), llamado en su época "el rey planeta". Su pasmo se debe a la contemplación de una hermosa cortesana desnuda, la puta más famosa y cotizada del momento, la bella e inteligente Marfisa. Evidentemente, la educación sexual brillaba en la época por su ausencia y el sexo era contemplado como diabólico goce sólo justificado como faena y empresa reproductora. 

Como consecuencia de dicho pasmo y tamaña revelación, el de la belleza del cuerpo femenino, el joven monarca exige ver desnuda a su joven consorte francesa y su deseo se convierte en una cuestión de Estado en aquella corte que más parece un manicomio y en aquella España decadente que sobrevive finacieramente de lo que prestan los banqueros genoveses y de lo que llega, para el pago de la deuda contraída, de las Indias Occidentales, eso, si antes no nos roban los de la Pérfida Albión, cuyos piratas cuentan con patente de corso. Con la plata y bienes ultramarinos se pagan las interminables guerras de Flandes...



Inmanuel Uribe llevó a la pantalla la ficción histórica de Torrente Ballester en 1991. El fanático y siniestro capellán de la corte, interpretado por Juan Diego, está convencido de que la suerte de la nación depende de los pecados del rey, que aparece al principio de la novela y de la película en brazos de la prostituta Marfisa.

Fernando Fernán Gómez de Gran Inquisidor

Me encanta la figura del Gran Inquisidor creada por el escritor gallego e interpretada magistralmente por Fernando Fernán Gómez, ¡tan alejada del estereotipo de la crónica negra, que identifica al Tribunal con el fanatismo converso de Torquemada!... Uno se pregunta si las cosas han cambiado después de cuatro siglos de moderneces, sólo porque nuestra época sea poscristiana y la opinión de la Iglesia cuente menos que la palabra del Conde-Duque de Olivares en una partida de cartas, porque en la opinión pública actual, más que los desafueros y mordidas de los gobernantes, lo que sigue importando es con quien se acuestan y la cuestión candente es cuánto cuestan las fulanas o cómo se las acomoda en el espacio público.

Juan Diego, en el papel del capuchino fanático "quemaherejes"

La figura de Don Rodrigo de Castro Osorio, el Gran Inquisidor, contrasta en la novela y en la película con la del capuchino quemaherejes, el iracundo fraile Villaescusa, que oculta su ansia vehemente de poder bajo el ropaje del rigor doctrinario y el escándalo sexual promovido por el deseo real de ver a la reina en pelotas. Al contrario que este, el Gran Inquisidor absorbe su clarete frío en una impresionante copa toscana, entregado a un hedonismo sobrio, indiferente y desengañado.



Cuando el jesuita Almeida, un hombre ya moderno, podríamos decir que un cristiano cartesiano, le pregunta, al final de una ingeniosa conversación, al Gran Inquisidor si cree en Dios, la respuesta de su Excelencia es:

- Hay muchos libros escritos sobre Dios, pero todos caben en una palabra: o sí, o no.

Una respuesta muy gallega que deja la posición teológica del autor y de su Excelencia "a recacho" (galleguismo, "a la vista") como quedan los muslos de doña Paca, la señorita de Távora, una bella portuguesa con la que yoga el conde de Peña Andrada, alcahuete del rey y avatar del pícaro Diañu.

El jesuita portugués Almeida, en connivencia con el conde Peña Andrada para que el rey pueda por fin tener una relación sexual natural con su mujer, exenta de los protocolos y remilgos fraileros, confiesa al Gran Inquisidor sus conatos de violencia, sus ganas de desbaratarlo todo a trastazos cuando observa una injusticia. A lo cual, don Rodrigo responde que mala cosa es la violencia... 

"La señal indudable de que se ha alcanzado la debida madurez es la comprensión de que siempre habrá injusticias y violencias".

- Pero no siempre las mismas  -responde el padre Almeida.

- En eso tiene razón.

Eulalia Ramón (Paca Távora),
 bailando con Eusebio Poncela (conde de Peña Andrada)

Otro personaje fascinante del relato es el padre Rivadesella que charla muchas tardes con el Diablo (diañu, trasgu, en su dialecto asturiano) con la tranquilidad de quien habla con un amigo, incluso parece que lo ha visto volar por lo alto de los tejados de la Villa como hermoso mancebo dejando un rastro de plata. El Diablo con el que habla el monje, bajo la apariencia de gallo, de perro o de rama de encina, es el ser más inteligente del universo después de El Otro (Dios). Como inteligencia superior, reconoce que los hombres son estúpidos en todas las latitudes. Niega que el infierno esté en el centro de la Tierra y que sea un lugar ardiente o un gran crematorio. El Infierno es frío y como el Cielo no está, sino que es. Ni él ni El Señor tienen nada que ver ni con el escándalo pueril de los desnudos femeninos ni con la flota de las Américas ni con las guerras de Flandes; el Señor sólo escucha las oraciones que imploran piedad y justicia... 

"Ni para Dios ni para mí -dice el Diañu- hay reyes ni vasallos, sino sólo hombres y mujeres. Tampoco hay Estados, ni monarquías. Todo eso lo habéis inventado vosotros, y pretendéis involucrarnos en vuestras peleas. Pero, para nosotros, no hay hugonotes ni católicos, ni hay cristianos ni turcos, sino hombres de buena o mala voluntad. Los de mala voluntad son los que a mí me tocan, yo ya estoy harto"

El diablo ha leído a San Agustín y recuerda que su alma se le escapó de las manos por puro milagro. Torrente Ballester excluye de la Gran Batalla de la Historia tanto a Dios como al Diablo. Y, a nuestro juicio, hace bien.



La película de Uribe, titulada sólo El Rey Pasmado, en lugar de Crónica del rey pasmado, cosechó gran éxito de crítica y público y ocho premios Goyas. Gabino Diego no podía haber interpretado mejor el pasmo real (el deslumbramiento del deseo incipiente) ante la belleza de Marfisa (Laura del Sol), la fotografía de la espalda y nalgas de esta se convirtió en icono del cine erótico. También Anne Roussel estuvo espléndida en el papel de Isabel de Borbón y Javier Gurruchaga bordó el rol del Conde-duque de Olivares, al que en la novela sólo se llama El Valido

Laura del Sol (Marfisa)

En aquellos salones por los que deambulan históricos y poderosos lunáticos, convertidos en paródicos paradigmas, el más razonable es, paradójicamente, el Gran Inquisidor y el más inteligente y vitalista es el Diablo, bajo las apariencias del conde alcahuete (Peña Andrada) y el jesuita misionero (Almeida), interpretado curiosamente por el también portugués Joaquín de Almeida. María Barranco hizo de Lucrecia (amante de Peña Andrada al servicio de Marfisa), Emma Cohen de Duquesa Viuda del Maestrazgo... Joan Potau, Gonzalo Torrente Malvido adaptaron la novela al guión; la música, de José Nieto...

El relato de Torrente Ballester y la película de Uribe defienden la libertad de conciencia y satirizan con elegancia, sutileza y sentido del humor, la intolerancia fanática, que tanto perjudica al mundo y tantos crímenes facilita y excusa.



Nota bene

Otros fotogramas, semblanza de Uribe y el reparto completo en Diario de cine.


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