sábado, 22 de agosto de 2015

THE ARTIST. Recomendaciones ilusionadas para jóvenes sin miedo al cine mudo y al blanco y negro

The Artist (2011) es un homenaje en toda regla a la historia del cine americano, centrándose en un momento crucial, el del tránsito del rodaje mudo al sonoro. El protagonista es un trasunto de John Gilbert,  una gran estrella de la época silente y que, como tantos otros actores y actrices, no logró superar las  nuevas exigencias  derivadas del uso de la voz, como eran una perfecta dicción, un timbre agradable y, al  poder expresarse ahora  las emociones  también a través del lenguaje audible, una gesticulación más natural, no tan afectada y grandilocuente como la que  antes  se requería  para poder contar historias cada vez más largas y complejas, en las que el relato  se hacía descansar, casi por completo, en  la expresividad facial y en el lenguaje corporal.



John Gilbert
Por cierto que esa progresiva sofisticación en los argumentos de las películas mudas había llevado al cine a un verdadero callejón sin salida, el del prolongado metraje de los films, casi tres horas, debido a la necesidad de explicar  las vicisitudes del argumento mediante  el uso de continuos carteles explicativos, enlenteciendo  con ello, excesivamente, el desarrollo de la historia. El cine sonoro, sin embargo, a la par que solucionaba este problema, creó otro nuevo, la necesidad de trasladar el contenido de la película a cada idioma. Lo que ahora nos parecen  soluciones obvias para ello, como son el uso de subtítulos sobre la versión original o, sobre todo, el doblaje, no  fueron las adoptadas inicialmente. Es un dato muy poco divulgado que las películas se rodaban en inglés durante el día y, por la noche, en los mismos escenarios, con el mismo atrezzo, se rodaba la versión en español, con actores hispanohablantes,  a las órdenes de otro director, con el guión traducido a nuestro idioma  y con las adaptaciones peculiares que se consideraban adecuadas. Por ejemplo, la película Drácula de Tod Browning tuvo, en  la versión  bis rodada en castellano, una duración  de media hora más, porque el encargado del rodaje había sido abogado y se entretuvo en exceso con los entresijos del contrato que tenía que firmar el conde rumano.

En otras ocasiones, cuando eran actores universalmente conocidos y que, por tanto, resultaban insustituibles, como podrían ser los celebérrimos  Stan Laurel y Oliver Hardy, el Gordo y el Flaco, eran ellos  mismos los que rodaban las versiones en otros idiomas. Para pasar un buen rato con una película que glosa, en clave de humor y música, los desaguisados del inicio del cine sonoro, hay que ver la genial Cantando bajo la lluvia.

Pero me he apartado del apogeo y caída de John Gilbert. En la cima de su carrera era el principal valor de los estudios y su glamour se acrecentaba aún más por el hecho de ser  el partener de una de las más  legendarias  estrellas del firmamento hollywoodiense. Me refiero a Greta Garbo, quien sí estuvo  en condiciones de realizar  con éxito el salto al sonoro aunque que  también acabó apartándose pronto de los platós,  cuando la edad  empezó a pasarle factura. El mundo del cine, salvo nadadores  excepcionales  que consiguen sobrevivir en sus procelosas aguas, como los veteranos Robert de Niro o  Meryl Streep, es absolutamente depredador, con actores de usar y tirar según las modas, y esa crítica se ve muy bien reflejada en The Artist, con la caída del George Valentin ( el nombre es, igualmente, un guiño travieso a otra estrella del cine mudo, el  mítico latin lover Rodolfo Valentino) y el  correlativo ascenso meteórico de Peppy Miller.


Un gran mérito de la película es recordarnos lo difícil que resulta narrar un argumento solo con la gesticulación y el movimiento corporal. Otro gran acierto es el aluvión de citas y homenajes a la edad de oro del cine, como al divertido trío del Hombre Delgado, el famoso detective de Dashiell Hammet, que interpretaba Dick Powell junto con Mirna Loy y un perrito igual al que acompaña, con tanto talento canino, a George y Peppy. Por cierto, que el famoso can ha pasado a mejor vida recientemente.



Con el éxito inesperado de esta película solo cabe desear  que las jóvenes generaciones, después de  atreverse a saltar al mismo tiempo a la piscina del cine mudo y del blanco y negro, se animen a probar las maravillosas delicatessen fílmicas del cine clásico, con extraordinarias interpretaciones e historias irrepetibles. Un menú de imprescindibles, dentro del cine mudo expresionista alemán, comprendería al menos El gabinete del Doctor  Caligari,  Nosferatu, Doctor Mabuse   y Metrópolis de Fritz Lang. Y no hay que dejar pasar la ocasión de asistir a una proyección de cine mudo con música en directo, para revivir la experiencia de los cinematógrafos de la época, y que con tan gran estilo homenajea Francis Ford Coppola en Drácula de Bram Stoker.


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