lunes, 25 de mayo de 2020

LA ANIMACIÓN SE VUELVE TELEVISIVA. Animation Gossip 18.


En esta ocasión María Lorenzo va a hablarnos de un estudio que uno de los estudios más decisivos para el desarrollo de la animación televisiva, Hanna-Barbera. Crearon tantos personajes inolvidables (Los Picapiedra, Tom y Jerry, Don Gato, El oso Yogui, Maguila Gorila, Los autos locos, Scooby-Doo…) que casi parece inverosímil su talento. Aquí os dejo el enlace al formato audiovisual de la entrada:  https://vimeo.com/359726837?fbclid=IwAR0ob_EdqbQAzQESuT4o2Etc6iY4KR0o80h5iEriF1SC21eCCuIJ_3irh4E


Hoy en día estamos acostumbrados a series de animación sit-com como Padre de Familia o Los Simpson, que llevan varias décadas en antena. Sin embargo, récords así fueron inconcebibles durante generaciones, siendo Los Picapiedra (1960-1966) la única sit-com animada anterior capaz de permanecer en antena, y en horario estelar, hasta 6 temporadas seguidas.
Los estudios Hanna-Barbera ejemplifican como pocos el paso de la animación para cine, a la animación para televisión. Casi podríamos resumir su historia en la expresión “reciclarse o morir”, porque sus principales artífices, William Hanna y Joseph Barbera, tuvieron que luchar muy duro para convencer a las televisiones de la viabilidad de su proyecto.
Pero, para empezar, os vamos a contar un poco de su recorrido en la meca del cine: Metro Goldwin Mayer. William Hanna (1910-2001) y Joseph Barbera (1911-2006) eran muy jóvenes cuando tuvo lugar la Gran Depresión, y esto les obligó a tomar trabajos que estaban lejos de sus inquietudes.


Por un lado, Bill Hanna era un americano de familia humilde que trabajaba con su padre en la construcción, pero un accidente lo hizo cambiar de empleo y terminó, casualmente, como conserje del estudio de animación del estudio que acababan de fundar Harman y Ising, para producir cartoons para la Warner. Bill Hanna hacía las típicas tareas de mantenimiento, hasta que un día le mandaron hacer uno de los trabajos más tediosos del estudio: lavar acetatos para su reutilización. A las pocas semanas estaba coloreando aquellos mismos acetatos, y más adelante, lo pusieron al frente del departamento de coloreado.


Pero Bill Hanna se interesó además en cómo contar historias y en la labor de los directores, de forma que en 1936 estaba dirigiendo su primer corto en solitario: A la primavera, que fue vendido a Metro Goldwin Mayer.
En 1937, la Metro decidió que no seguiría subcontratando otros estudios y decidió fundar el suyo propio, con el productor Fred Quimby al frente, y reclutó como directores a los antiguos animadores de Harman y Ising, empezando por William Hanna. Y allí fue donde conoció a Joe Barbera.
Joe Barbera era italoamericano, e inicialmente había trabajado en contabilidad. Al mismo tiempo, vendía sus dibujos a la prensa y estudiaba Artes, y finalmente empezó a trabajar como colorista para los hermanos Fleischer. Después de pasar por varios estudios, donde siempre se vendió a sí mismo como un animador experimentado, en 1937 llegó a Los Ángeles para trabajar en la Metro.


Bill Hanna y Joe Barbera empezaron a trabajar juntos en el departamento de guion. Tras realizar una serie de muy poco éxito, The Captain and the Kids, tuvieron carta blanca para realizar un corto propio, Puss Gets the Boot (1940), donde un gato y un ratón se chinchaban mutuamente. El estudio no creyó demasiado en el potencial de una premisa que estaba muy trillada, pero Hanna y Barbera aportaron un estilo de humor sin diálogos, basado únicamente en la gestualidad de los personajes, que convenció a la audiencia.


Tom y Jerry se convirtieron en serie gracias a dos factores: la demanda de los cines, y la nominación al Oscar de este primer cartoon. Ese sería el comienzo de un exitoso camino que llevó a la Metro a obtener siete Oscars gracias a Tom Jerry, aunque Bill Hanna y Joseph Barbera nunca los recibieron personalmente.


En 1944, el ratón Jerry hizo una aparición estelar, bailando junto a Gene Kelly en la película Levando anclas (George Sidney, 1944), en la que sería la secuencia más recordada de la película.

Hanna y Barbera produjeron 114 cartoons de Tom y Jerry entre 1940 y 1958, año en que Metro Goldwin Mayer cierra su estudio de animación. Esta decisión se debió a los cambios legislativos que regulaban la distribución cinematográfica: si antes, con una sola entrada, podías ver un noticiario, un corto de animación, un largometraje tipo A e incluso una película de serie B, ahora la entrada de cine solo servía para ver un largometraje. La venta de cortometrajes animados a cines era cada vez más restringida, y los costes que suponía su producción no compensaban.


Hay que sumar además la feroz competencia de la televisión al cine, que cambió el escenario de producción. Los grandes estudios aún podían vender sus antiguos cartoons para su emisión doméstica, lo que les garantizaba beneficios sin ningún gasto adicional. Por esta razón, el grueso de animadores de Hollywood se fue al paro.
Sin embargo, Hanna y Barbera ya habían trabajado para televisión, realizando anuncios de cigarrillos, y estaban convencidos de que la pequeña pantalla también podía servir para vender animación, aunque en primer lugar debían competir consigo mismos, con el trabajo realizado años atrás y que se estaba vendiendo sin reportarles ningún beneficio.

Los supersónicos
Por suerte, la televisión es un medio voraz que demanda muchas horas de programación, aunque deben realizarse por precios bajos. Esto generó la necesidad de adaptarse a sistemas de producción muy diferentes a los que se empleaban en cine. Un cartoon de Tom y Jerry duraba 7 minutos, costaba más de un mes de producción, y eran necesarios en torno a 25.000 dibujos: su coste podía ser de 4.000 dólares de la época, por minuto. Pero la televisión solo iba a pagarles 675 dólares por minuto. En otras palabras: había que hacer más con menos.


Por tanto, Hanna y Barbera abandonaron la animación completa, esto es, animar de 12 a 24 imágenes por segundo, dibujando al personaje entero en cada acetato, y en cambio empezaron a utilizar lo que ellos llamaban animación “planificada”, o limitada, que minimizaba el número de dibujos y desglosaba al personaje en varias capas de acetatos, diferenciando partes móviles y partes estáticas.
Además, en este nuevo modelo de productividad, el diálogo de los personajes cobraría inusual importancia, convirtiéndose casi en una radio con imágenes. Esto llevó al desarrollo de nuevas premisas y situaciones que eran nuevas en los dibujos animados, y que servían para atraer a una audiencia más amplia.

A pesar de la potencialidad del nuevo medio, Hanna y Barbera no solo tuvieron problemas para convencer a las televisiones de su proyecto, sino que además debían buscar patrocinadores, porque la televisión no deja de ser un larguísimo programa publicitario apenas interrumpido por algunos minutos de magazines y películas. Por ejemplo, cuando lanzaron Los Picapiedra, su patrocinador fue… una marca de cigarrillos. Irónicamente, antes la animación servía para vender cigarrillos, pero ahora los cigarrillos servían para vender animación.


Su primer programa para la televisión NBC fue la serie Ruff & Reddy (1957-1960), que tenía un argumento arco. A este siguieron otros shows como Huckleberry Hound (1958-1962), Tiroloco McGraw (1959-1962) y El oso Yogui (1961-1988), con estructura autoconclusiva y un formato de 7 minutos que servía para abrir o cerrar otros programas.


Los Picapiedra fue, sin embargo, una apuesta muy diferente, ya que tomaba ejemplo de las exitosas sit-com que se exhibían en Prime Time u horario de máxima audiencia. El formato del programa debía ser más extenso que los anteriores cartoons, y adaptarse a temporadas de 30 episodios anuales. La serie tenía un concepto poderoso, que se basaba en mostrar una familia de clase media que vivía el sueño americano… pero hace millones de años, en un mundo de trogloditas exquisitos que se sirven de los dinosaurios.
Sin embargo, Los Picapiedra estuvieron a punto de no producirse nunca. Joe Barbera se dedicó a hacer presentaciones durante meses. Los gags eran divertidos, pero la idea global no convencía a los clientes, hasta que la cadena de televisión de más reciente creación, la ABC, mostró interés en emitirla.


En un período de 6 años se realizaron 166 episodios, un récord que no fue superado por la animación americana hasta la creación de Los Simpson. Al comienzo, la crítica fue feroz con la serie, pero encantó al público, que se veía identificado con las situaciones. Los Picapiedra reflejaban la vida moderna, la realidad de los matrimonios que duermen en una cama grande (y no pudorosamente en camas separadas), e incluso Wilma fue la primera mujer embarazada de la televisión y dio a luz a un nuevo personaje: la niña Pebbles.

Ed Benedict
Curiosamente, todas estas series debieron su diseño de personajes a la misma persona: Ed Benedict (1912-2006), un veterano de la industria que anteriormente había trabajado con Tex Avery. La aportación de Benedict fue esencial para configurar el aspecto de los nuevos cartoons, basados en formas muy geometrizadas, con contornos de línea gruesa y facilitando siempre la posibilidad de dividir al personaje en partes. El aspecto visual de los nuevos cartoons era mucho más apropiado para la pantalla de televisión, por lo general pequeñas y aún en blanco y negro.


La compañía de Hanna-Barbera fue una verdadera fábrica de series durante los años siguientes, como Don Gato (1961-1962), Los Supersónicos (1962-1963), Maguila Gorila (1964-1967), Los Autos Locos (1968-1970), u otras series más orientadas al público juvenil, como Scooby Doo (1969-1970) y Johnny Quest (1964-1965), hasta tal punto que en 1970 el 80% de la franja de programación infantil de la televisión estadounidense eran producciones suyas.

Johnny Quest
Los personajes de Hanna-Barbera nunca se han retirado de la televisión. En 1986, Ted Turner, el dueño de cadenas de televisión como CNN y TNT, adquirió Metro Golwin Mayer y Universal, volviendo a lanzar a televisión todas sus producciones; pero además también compró los estudios de Hanna-Barbera, lo que dio lugar a todo un revival de la animación americana de los sesenta. Esta reactualización dio lugar a la cadena Cartoon Network, que se empezó a nutrir de nuevos proyectos con personajes de estilo retro-moderno, una dicción gráfica que eventualmente se adaptó muy bien a los nuevos medios de la animación 2D. Sin duda alguna, la animación actual no habría sido la misma sin el precedente de William Hanna y Joseph Barbera.


Referencias bibliográficas:
Amid Amidi (2006), Cartoon Modern. Style and Design in Fifties Animation.
Norman Rockwell Museum (2017), Hanna-Barbera: The Architects of Saturday Morning (https://www.youtube.com/watch?v=o8OVkUhr0W8).
Cruz Delgado Sánchez, Pedro Delgado Cavilla (2014), Hanna-Barbera. La animación en serie.
Mauricio-José Schwarz (2015), De Tom y Jerry a Las Supernenas. La aventura de Hanna-Barbera.
Carol A. Stabile y Mark Harrison (2003), Prime Time Animation. Television animation and American culture.


sábado, 2 de mayo de 2020

RAY HARRYHAUSEN, MAESTRO DE LOS EFECTOS VISUALES. Animation Gossip 17.



María Lorenzo nos habla en esta ocasión de uno de los principales desarrolladores de efectos visuales para películas de fantasía: Ray Harryhausen. Aunque no exento de grandes predecesores, como el genial Willis O ´Brien, Harryhausen es una figura fundamental cuya creatividad revolucionó la stop-motion y permitió grandes avances en el cine fantástico. Sus creaciones están muy presentes en nuestro universo visual y ni siquiera las maravillas digitales con las que Hollywood nos sorprende cada día son capaces de eclipsar la fuerza expresiva de sus figuras animadas. Os pongo el enlace del vídeo:  https://vimeo.com/359403222?ref=fb-share&1&fbclid=IwAR0gl84nwy_8BxQR7ooZmBPyvXJcVO40ICZU6XQi7goTYdE2lG9q87tV4Rc


Ray Harryhausen nació en Los Ángeles en 1920 y murió en Londres en 2013. Fue un animador de stop-motion y técnico de efectos visuales que llamó al conjunto de sus técnicas Dynamation.
Pero para comprender los procedimientos que implementó Harryhausen hay que conocer primero al que fue su maestro, el pionero Willis O’Brien (1886-1962).


Aunque Willis O’Brien realizó sus primeras animaciones stop-motion a mediados de la década de 1910, es más conocido por revolucionar el concepto del cine de acción y fantasía a través de varias películas donde las marionetas animadas interactuaban con actores reales, como El mundo perdido (1925) y, sobre todo, King Kong (Merian C. Cooper, 1933).

King Kong
Lost World

O’Brien construía personajes con un esqueleto articulado de metal, que se podía animar, y lo recubría de relleno y piel, o de un material plástico maleable como el látex, según el caso. A veces, las marionetas eran el producto del trabajo minucioso de un escultor, al que luego se le hacía un molde para poder reproducirlo. Para animar los personajes, se fijaban sus pies con un tornillo a la base del escenario, y se fotografiaban sus poses sucesivas, fotograma a fotograma.


En cuanto a los trucajes, la integración entre personajes animados y reales podía requerir diferentes procedimientos, como la retroproyección: la animación se grababa previamente y después de proyectaba sobre una pantalla tras los actores, para volver a rodar el resultado conjunto a velocidad real o bien se grababa primero a los actores como referencia principal y se reproyectaba su imagen fotograma a fotograma para combinarla con los personajes animados.


También se podía emplear la doble exposición, utilizando máscaras negras pintadas sobre un cristal que reservaban parte del escenario y sobre el que luego se impresionaban otros sobrefondos.
Pero era más frecuente el uso de un sistema parecido al chroma que se podía utilizar en el cine en blanco y negro, llamado proceso Dunning, y que empleaba la sensibilidad al amarillo y al azul de dos películas que se exponían simultáneamente, diferenciando figura y fondo.La combinación de estos procedimientos dotó a la puesta en escena de King Kong de una inusual profundidad y verosimilitud, que impresionó profundamente a Harryhausen cuando todavía era casi un niño.

El gran gorila

Willis O’Brien ya era una leyenda viviente cuando un joven Harryhausen se le aproximó para enseñarle sus primeros modelos, con los que grababa películas caseras. O’Brien los examinó minuciosamente y le hizo ver tanto la importancia del realismo anatómico de sus criaturas como la libertad que supone animar dinosaurios o personajes de fantasía, que nadie sabe exactamente cómo se movían.


O’Brien y Harryhausen coinciden nuevamente en 1942, en el rodaje de Tulips Shall Grow, en el estudio de George Pal. 
Harryhausen también dirigió dos series de cortometrajes stop-motion basados en cuentos de hadas, entre los años 40 y comienzos de los 50.


Pero es durante el rodaje de Mighty Joe Young (Merian C. Cooper, 1949) cuando Harryhausen trabaja codo con codo con O’Brien, obteniendo por su trabajo el Oscar a los Mejores Efectos Visuales.
En 1953, Harryhausen comienza a desarrollar su técnica de multiplano e impresora óptica, adaptando un relato de su amigo Ray Bradbury: The Beast from 20.000 Fathoms (Eugene Lourie, 1953). Con posterioridad, Harryhausen se tuvo que enfrentar a la dificultad de reproducir sobre película de color los mismos trucajes que empleaba O’Brien.


Como hemos dicho, O’Brien empleaba un primitivo sistema de chroma que solo era apto para crear películas en blanco y negro. En consecuencia, Harryhausen tuvo que desarrollar extensivamente el rodaje con static mattes, utilizando al mismo tiempo la retroproyección, fotograma a fotograma, de metraje grabado previamente con los actores, para volver a grabarlo simultáneamente junto con los personajes animados.


Una de sus primeras joyas a color, con música de Bernard Herrmann, fue la fábula Simbad y la princesa (Nathan H. Juran, 1959), donde aparece el cíclope. Pero Jasón y los argonautas (Don Chaffey, 1963) es considerada su obra maestra, donde animó, entre otras criaturas, al gigante Talos y la lucha de los esqueletos.




 El conjunto de técnicas que Harryhausen denominó Dynamation también servía para crear  otro tipo de efectos, como la mezcla imposible de escalas en los mundos fantásticos de Los tres mundos de Gulliver (Jack Sher, 1959), generados varios procedimientos como fondos móviles, pantalla azul, y fotografía de perspectiva.





El catálogo de animales extinguidos y criaturas mitológicas animado por Harryhausen es realmente impresionante. En un período de 28 años, Harryhausen realizó los efectos visuales de 15 largometrajes, requiriendo minuciosos procesos de animación para dar vida con credibilidad a los seres de su imaginación. El mérito de Harryhausen no es poco, ya que no solía delegar el trabajo de animación y se ocupaba personalmente de elaborar todas las escenas, con tal grado de eficacia que desde joven se ganó el apodo de one-take-man.


 

Después de realizar numerosas películas de ciencia-ficción, en los años 70 Harryhausen volvió a los temas de fantasía y leyenda, y en 1981 realizó los efectos de su última película: Furia de titanes (Desmond David, 1981).


Si Willis O’Brien fue el primero en llevar la animación stop-motion a las superproducciones más ambiciosas de Hollywood, Harryhausen continuó prolífica y brillantemente el camino iniciado, creando una serie de películas absolutamente icónicas del cine de aventuras y fantasía. Sus criaturas animadas a menudo superan a los propios actores, con una expresividad única que nace de la unión de lo realista con lo imaginario. Harryhausen podría haber sido el director absoluto de todas sus películas, aunque su trabajo fue más el de colaborador a la hora de planificar minuciosamente todas las escenas que requerían trucajes; sin embargo, su personalidad impregnó todas las películas donde participó, hasta el punto de que hoy decimos que son películas “de Harryhausen”.


Bibliografía:
Adrián Encinas Salamanca (2017), Animando lo imposible. Los orígenes de la animación stop-motion (1899-1945).
Manuel Ferri Gandía (2013), “Alma en suplicio. La medusa animada de Ray Harryhausen”, en Con A de animación, nº 3.
Lee Krystek (1999), The Museum of Unnatural History, “Harryhausen’s Dynamation” (http://www.unmuseum.org/dyna.htm).
Peter Lord (1998), Cracking Animation.
Encarna Lorenzo (2017), “King Kong: etnografía, género y mito”, en Antropocinema (http://anthropocinema.blogspot.com/2017/12/king-kong-etnografia-genero-y-mito.html)
Ray Harryhausen & Tony Dalton (2003), Ray Harryhausen. An Animated Life.