En esta ocasión María Lorenzo va
a hablarnos de un estudio que uno de los estudios más decisivos para el
desarrollo de la animación televisiva, Hanna-Barbera. Crearon tantos personajes
inolvidables (Los Picapiedra, Tom y Jerry, Don Gato, El oso Yogui, Maguila Gorila, Los autos
locos, Scooby-Doo…) que casi parece inverosímil su talento. Aquí os dejo el enlace al
formato audiovisual de la entrada: https://vimeo.com/359726837?fbclid=IwAR0ob_EdqbQAzQESuT4o2Etc6iY4KR0o80h5iEriF1SC21eCCuIJ_3irh4E
Hoy en día estamos acostumbrados
a series de animación sit-com como Padre
de Familia o Los Simpson, que
llevan varias décadas en antena. Sin embargo, récords así fueron inconcebibles durante
generaciones, siendo Los Picapiedra
(1960-1966) la única sit-com animada anterior capaz de permanecer en antena, y
en horario estelar, hasta 6 temporadas seguidas.
Los estudios Hanna-Barbera
ejemplifican como pocos el paso de la animación para cine, a la animación para
televisión. Casi podríamos resumir su historia en la expresión “reciclarse o
morir”, porque sus principales artífices, William Hanna y Joseph Barbera,
tuvieron que luchar muy duro para convencer a las televisiones de la viabilidad
de su proyecto.
Pero, para empezar, os vamos a
contar un poco de su recorrido en la meca del cine: Metro Goldwin Mayer.
William Hanna (1910-2001) y Joseph Barbera (1911-2006) eran muy jóvenes cuando
tuvo lugar la Gran Depresión, y esto les obligó a tomar trabajos que estaban
lejos de sus inquietudes.
Por un lado, Bill Hanna era un
americano de familia humilde que trabajaba con su padre en la construcción,
pero un accidente lo hizo cambiar de empleo y terminó, casualmente, como
conserje del estudio de animación del estudio que acababan de fundar Harman y
Ising, para producir cartoons para la Warner. Bill Hanna hacía las típicas
tareas de mantenimiento, hasta que un día le mandaron hacer uno de los trabajos
más tediosos del estudio: lavar acetatos para su reutilización. A las pocas
semanas estaba coloreando aquellos mismos acetatos, y más adelante, lo pusieron
al frente del departamento de coloreado.
Pero Bill Hanna se interesó
además en cómo contar historias y en la labor de los directores, de forma que
en 1936 estaba dirigiendo su primer corto en solitario: A la primavera, que fue vendido a Metro Goldwin Mayer.
En 1937, la Metro decidió que no
seguiría subcontratando otros estudios y decidió fundar el suyo propio, con el
productor Fred Quimby al frente, y reclutó como directores a los antiguos
animadores de Harman y Ising, empezando por William Hanna. Y allí fue donde
conoció a Joe Barbera.
Joe Barbera era italoamericano, e
inicialmente había trabajado en contabilidad. Al mismo tiempo, vendía sus
dibujos a la prensa y estudiaba Artes, y finalmente empezó a trabajar como
colorista para los hermanos Fleischer. Después de pasar por varios estudios,
donde siempre se vendió a sí mismo como un animador experimentado, en 1937
llegó a Los Ángeles para trabajar en la Metro.
Bill Hanna y Joe Barbera
empezaron a trabajar juntos en el departamento de guion. Tras realizar una
serie de muy poco éxito, The Captain and
the Kids, tuvieron carta blanca para realizar un corto propio, Puss Gets the Boot (1940), donde un
gato y un ratón se chinchaban mutuamente. El estudio no creyó demasiado en el
potencial de una premisa que estaba muy trillada, pero Hanna y Barbera
aportaron un estilo de humor sin diálogos, basado únicamente en la gestualidad
de los personajes, que convenció a la audiencia.
Tom y Jerry se convirtieron en
serie gracias a dos factores: la demanda de los cines, y la nominación al Oscar
de este primer cartoon. Ese sería el comienzo de un exitoso camino que llevó a
la Metro a obtener siete Oscars gracias a Tom Jerry, aunque Bill Hanna y Joseph
Barbera nunca los recibieron personalmente.
En 1944, el ratón Jerry hizo una
aparición estelar, bailando junto a Gene Kelly en la película Levando anclas (George Sidney, 1944), en
la que sería la secuencia más recordada de la película.
Hanna y Barbera produjeron 114
cartoons de Tom y Jerry entre 1940 y 1958, año en que Metro Goldwin Mayer
cierra su estudio de animación. Esta decisión se debió a los cambios
legislativos que regulaban la distribución cinematográfica: si antes, con una
sola entrada, podías ver un noticiario, un corto de animación, un largometraje
tipo A e incluso una película de serie B, ahora la entrada de cine solo servía
para ver un largometraje. La venta de cortometrajes animados a cines era cada
vez más restringida, y los costes que suponía su producción no compensaban.
Hay que sumar además la feroz
competencia de la televisión al cine, que cambió el escenario de producción.
Los grandes estudios aún podían vender sus antiguos cartoons para su emisión
doméstica, lo que les garantizaba beneficios sin ningún gasto adicional. Por
esta razón, el grueso de animadores de Hollywood se fue al paro.
Sin embargo, Hanna y Barbera ya
habían trabajado para televisión, realizando anuncios de cigarrillos, y estaban
convencidos de que la pequeña pantalla también podía servir para vender
animación, aunque en primer lugar debían competir consigo mismos, con el
trabajo realizado años atrás y que se estaba vendiendo sin reportarles ningún
beneficio.
Por suerte, la televisión es un
medio voraz que demanda muchas horas de programación, aunque deben realizarse
por precios bajos. Esto generó la necesidad de adaptarse a sistemas de
producción muy diferentes a los que se empleaban en cine. Un cartoon de Tom y
Jerry duraba 7 minutos, costaba más de un mes de producción, y eran necesarios
en torno a 25.000 dibujos: su coste podía ser de 4.000 dólares de la época, por
minuto. Pero la televisión solo iba a pagarles 675 dólares por minuto. En otras
palabras: había que hacer más con menos.
Por tanto, Hanna y Barbera
abandonaron la animación completa, esto es, animar de 12 a 24 imágenes por
segundo, dibujando al personaje entero en cada acetato, y en cambio empezaron a
utilizar lo que ellos llamaban animación “planificada”, o limitada, que
minimizaba el número de dibujos y desglosaba al personaje en varias capas de
acetatos, diferenciando partes móviles y partes estáticas.
Además, en este nuevo modelo de
productividad, el diálogo de los personajes cobraría inusual importancia,
convirtiéndose casi en una radio con imágenes. Esto llevó al desarrollo de
nuevas premisas y situaciones que eran nuevas en los dibujos animados, y que
servían para atraer a una audiencia más amplia.
A pesar de la potencialidad del
nuevo medio, Hanna y Barbera no solo tuvieron problemas para convencer a las
televisiones de su proyecto, sino que además debían buscar patrocinadores,
porque la televisión no deja de ser un larguísimo programa publicitario apenas
interrumpido por algunos minutos de magazines y películas. Por ejemplo, cuando
lanzaron Los Picapiedra, su
patrocinador fue… una marca de cigarrillos. Irónicamente, antes la animación
servía para vender cigarrillos, pero ahora los cigarrillos servían para vender
animación.
Su primer programa para la
televisión NBC fue la serie Ruff &
Reddy (1957-1960), que tenía un argumento arco. A este siguieron otros
shows como Huckleberry Hound
(1958-1962), Tiroloco McGraw
(1959-1962) y El oso Yogui
(1961-1988), con estructura autoconclusiva y un formato de 7 minutos que servía
para abrir o cerrar otros programas.
Los Picapiedra fue, sin embargo, una apuesta muy diferente, ya que
tomaba ejemplo de las exitosas sit-com que se exhibían en Prime Time u horario
de máxima audiencia. El formato del programa debía ser más extenso que los
anteriores cartoons, y adaptarse a temporadas de 30 episodios anuales. La serie
tenía un concepto poderoso, que se basaba en mostrar una familia de clase media
que vivía el sueño americano… pero hace millones de años, en un mundo de
trogloditas exquisitos que se sirven de los dinosaurios.
Sin embargo, Los Picapiedra estuvieron a punto de no producirse nunca. Joe
Barbera se dedicó a hacer presentaciones durante meses. Los gags eran
divertidos, pero la idea global no convencía a los clientes, hasta que la cadena
de televisión de más reciente creación, la ABC, mostró interés en emitirla.
En un período de 6 años se
realizaron 166 episodios, un récord que no fue superado por la animación
americana hasta la creación de Los
Simpson. Al comienzo, la crítica fue feroz con la serie, pero encantó al
público, que se veía identificado con las situaciones. Los Picapiedra
reflejaban la vida moderna, la realidad de los matrimonios que duermen en una
cama grande (y no pudorosamente en camas separadas), e incluso Wilma fue la
primera mujer embarazada de la televisión y dio a luz a un nuevo personaje: la
niña Pebbles.
Curiosamente, todas estas series
debieron su diseño de personajes a la misma persona: Ed Benedict (1912-2006),
un veterano de la industria que anteriormente había trabajado con Tex Avery. La
aportación de Benedict fue esencial para configurar el aspecto de los nuevos
cartoons, basados en formas muy geometrizadas, con contornos de línea gruesa y
facilitando siempre la posibilidad de dividir al personaje en partes. El
aspecto visual de los nuevos cartoons era mucho más apropiado para la pantalla
de televisión, por lo general pequeñas y aún en blanco y negro.
La compañía de Hanna-Barbera fue
una verdadera fábrica de series durante los años siguientes, como Don Gato (1961-1962), Los Supersónicos (1962-1963), Maguila Gorila (1964-1967), Los Autos Locos (1968-1970), u otras
series más orientadas al público juvenil, como Scooby Doo (1969-1970) y Johnny
Quest (1964-1965), hasta tal punto que en 1970 el 80% de la franja de
programación infantil de la televisión estadounidense eran producciones suyas.
Los personajes de Hanna-Barbera
nunca se han retirado de la televisión. En 1986, Ted Turner, el dueño de
cadenas de televisión como CNN y TNT, adquirió Metro Golwin Mayer y Universal,
volviendo a lanzar a televisión todas sus producciones; pero además también
compró los estudios de Hanna-Barbera, lo que dio lugar a todo un revival de la
animación americana de los sesenta. Esta reactualización dio lugar a la cadena
Cartoon Network, que se empezó a nutrir de nuevos proyectos con personajes de
estilo retro-moderno, una dicción gráfica que eventualmente se adaptó muy bien
a los nuevos medios de la animación 2D. Sin duda alguna, la animación actual no
habría sido la misma sin el precedente de William Hanna y Joseph Barbera.
Referencias bibliográficas:
Amid Amidi (2006), Cartoon Modern. Style and Design in
Fifties Animation.
Norman Rockwell Museum (2017), Hanna-Barbera: The Architects of Saturday
Morning (https://www.youtube.com/watch?v=o8OVkUhr0W8).
Cruz Delgado Sánchez, Pedro
Delgado Cavilla (2014), Hanna-Barbera. La
animación en serie.
Mauricio-José Schwarz (2015), De Tom y Jerry a Las Supernenas. La aventura
de Hanna-Barbera.
Carol A. Stabile y Mark Harrison (2003), Prime Time Animation. Television animation
and American culture.
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