En este nuevo Animation Gossip María
Lorenzo nos va a hablar sobre el fundador del estudio de animación más famoso
del mundo, Walt Disney. Aunque creamos que sabemos muchísimo sobre este popular
personaje, estoy segura de que esta entrada os va a resultar muy reveladora
para descubrir cómo creó un estilo de animación novedoso que ha cautivado a
tantas generaciones han conectado. No os la perdáis. Y, para disfrutar del
formato audiovisual, aquí tenéis el enlace: https://vimeo.com/359947328?fbclid=IwAR1SRFrspiW8HCf2RxiEa29i9vIO1bqeQozz_ABsO3MaAhF7bzc2PRQbkZ0
Walt Disney nació en Chicago en
1901 y murió en California en 1966. Sin embargo, se suele asociar su origen a
otro lugar idílico, Marceline, en Missouri, donde crece rodeado de naturaleza;
y a Kansas, donde fundó su primera productora.
Era el cuarto de cinco hermanos y
creció soportando los malos tratos de su padre. A la edad de 17 años falsificó
su partida de nacimiento para viajar a Europa como camillero durante la Segunda
Guerra Mundial.
Ub Iwerks |
Walt Disney fue un estudiante
mediocre y como artista tampoco destacó de manera superlativa; pero en 1920
empieza a probar suerte en el mercado de la publicidad y de la animación, y
conoce a Ub Iwerks, que era un caricaturista muy dotado. Juntos crean en 1922
su propio estudio: Laugh-O-Gram Films, en el que producen un piloto de serie, Alice in Cartoonland.
Este trabajo es
deudor del famoso Out of the Inkwell
de los hermanos Fleischer, que mezclaba actores reales con personajes de
animación. Aunque caen en bancarrota, el trabajo llama la atención de la
pionera absoluta de la distribución de animación en Estados Unidos, Margaret
Winkler, una antigua ejecutiva de Warner que también representaba los cartoons
de Felix el gato.
Margaret Winkler |
De hecho, fue la propia Winkler la que sugirió que en adelante imitasen el estilo de animación e incluso el diseño de Felix el gato, lo cual molestó muchísimo a su productor, Pat Sullivan. Margaret Winkler, sin embargo, se quedó muy contenta representando el trabajo de Walt Disney y Ub Iwerks, que además estaban empleando sistemas que incrementaban la calidad, como era simplemente grabar la animación en un formato de prueba para testear la calidad de la animación, antes de darla por terminada.
En 1927 crean un nuevo personaje,
Oswald the Lucky Rabbit, un modelo de personaje que empezaría a marcar la
tendencia del cartoon americano, siendo muy imitado. La productora comienza a llamarse
entonces The Walt Disney Studio. Pero pronto sucedería la catástrofe: Margaret
Winkler… se casó con un dudoso personaje, Charles B. Mintz, quien se apresuró a
retirar a su mujer del trabajo, quedándose él con su cartera de clientes.
Charles Mintz |
Pero a Mintz no le bastó esto,
sino que además creó un nuevo estudio de animación, puso al frente del mismo a
su cuñado, y además le hizo creer a Disney que los derechos de Oswald no le
pertenecían. La jugada, al final, no le salió bien, porque la Columbia terminó
desplazando la producción de los cartoons de Oswald al estudio de Walter Lantz.
Pero, en resumen, este varapalo le sirvió a Disney para aprender de manera
traumática que en Hollywood debía ejercer un control absoluto sobre su
producción.
En 1928 Ub Iwerks diseña un nuevo
personaje, Mickey Mouse. Los dos primeros cortos de Mickey pasaron
desapercibidos, pero el tercero, Steamboat
Willie, causó sensación al combinar creativamente la acción de los
personajes con todos los efectos sonoros, dando lugar al efecto conocido como
Mickeymousing: hacer que en animación todo genere su propio sonido.
Inmediatamente incorporaron
nuevos personajes al elenco de los cartoons de Mickey, como Minnie, Goofy,
Pluto o Clarabella. En paralelo, en 1929 comienzan la serie Silly Symphonies,
donde la música dicta el ritmo y la actuación de los personajes, como en la
aclamada The Skeleton Dance (1929).
Las Silly Symphonies fueron el
banco de pruebas que serviría para introducir paulatinamente un montón de
innovaciones, desde la película a color hasta el uso de la cámara multiplano,
con las que fueron conquistando poco a poco el realismo.
Pero a Disney le obsesionaba
además la idea de crear personajes que no solo fueran carismáticos, sino que
además te identificaras con ellos, porque te recordaran a personajes de la vida
real. En este sentido, la fábula de Los
tres cerditos (1933) supuso un importante paso al crear personalidades
definidas y un conflicto fuerte.
A esto ayudó el hecho de crear
departamentos especializados en distintas áreas, como el concept art, el
departamento de guión donde se empezaron a realizar storyboards, o diversificar
las funciones de los animadores, hasta tal punto que algunos de ellos se
centraban en dar vida a ciertos personajes, como Goofy o Donald, como si fuesen
actores con un lápiz en la mano.
Pero en el transcurso de los años
30 los artistas del estudio aún debían superar importantes dificultades para
hacer que todas esas emociones que resultaban creíbles en personajes
caricaturizados, como ratones o cerditos, funcionasen igual de bien en
personajes humanos que exigían verosimilitud anatómica. Este equilibrio lo
encontraron por primera vez en la producción de Blancanieves y los siete enanitos (1937), aunque el gran logro de
animación de la película reside más en los personajes caricaturescos que en los
más realistas, aún muy dependientes de la referencia de actores reales.
Hay que decir que el estudio
Disney se empleaban actuaciones y grabaciones con intérpretes reales para
inspirar a los artistas, pero la rotoscopia, es decir, el calco director de
fotogramas de imagen real, estaba estrictamente prohibido. Como mucho, el
artista podía recurrir a imprimir algunos fotogramas que le servían de guía,
pero el trabajo de timing era creación suya por completo.
De esta manera, los artistas de
Disney comienzan a fijar una serie de reglas indispensables para hacer que una
animación sea realista, aun sin ser un calco de la realidad, como la
anticipación, la compresión y extensión, demora y movimiento solapante, la
acción secundaria, o el empleo sistemático de arcos para definir las
trayectorias de cada parte del cuerpo.
A estas reglas se les llama los
doce principios de la animación, tal como los fijaron por escrito los
animadores Frank Thomas y Ollie Johnston en el libro The Illusion of Life, y aunque han experimentado muchos cambios y
redefiniciones, especialmente desde el advenimiento de la animación por
ordenador, hoy en día suponen la guía imprescindible para cualquier profesional
del medio.
Blancanieves no fue, ni de lejos, el primer largometraje de la
historia de la animación, pero sí fue la que consiguió transformar por completo
el concepto que se tenía de los dibujos animados. No solo destaca su animación,
con un cuidado acting, sino también una dirección de arte que bebe de los
artistas europeos que trabajan en el estudio, como Albert Hurter, Key Nielsen o
Gustaf Tengreen, que procedían del mundo de los libros ilustrados. También es
importante la influencia de Joe Grant, un artista de concepto que fundó el
departamento de modelos en volumen; por no hablar de los animadores Art Babbit
y Vladimir Tytla, que dieron vida a personalidades nunca vistas en la
animación.
A Blancanieves la llamaban “la locura de Disney”, pero lo cierto es
que fue una construcción colectiva que supuso el trabajo y el sacrificio
personal de todo el estudio. En 1939 Disney traslada su cuartel general a una
pedanía de Los Ángeles, Burbank, aumenta su plantilla hasta alcanzar el millar
de empleados, y comienza a realizar películas aún más ambiciosas, como Pinocho, Fantasía o Bambi, que por
diversas circunstancias le reportan beneficios muy discretos.
Sin embargo, en 1941 estalla en
el estudio una auténtica bomba de relojería, cuando en torno a 400 empleados se
pusieron en huelga para demandar mejoras salariales y un trato más igualitario
entre los trabajadores de distintos departamentos.
La huelga duró cuatro meses y
estuvo a punto de llevar a la ruina a Disney, en plena producción de Dumbo, que afortunadamente terminó
siendo una película muy rentable. La huelga se resolvió cuando Disney se vio
forzado a volver a contratar a los trabajadores que había despedido, pero
evidentemente marcó un antes y un después en la compañía. Finalmente estos
empleados terminaron yéndose a otros estudios, lo que generó un aumento de la
competencia.
Para resolver sus apuros
económicos, Disney puso su objetivo en el mercado sudamericano, realizando
películas compilatorias como Saludos Amigos
(1942), y más adelante desarrollaría un fuerte mercado televisivo con
documentales de naturaleza y películas de acción real. Pero quizá las películas
que más contribuyeron a salvar la compañía en ese momento fueron las de
propaganda bélica que le encargaba el gobierno, como Der Fuehrer’s Face (1942) o Victory
Through Air Power (1943), un largo donde se defendía la idea de ganar la
guerra mediante un arma definitiva: la bomba atómica.
En esa época nacen nuevas
obsesiones personales. Disney se convierte en informador del FBI, lo que tendrá
graves consecuencias durante la época de las listas negras de Hollywood. A su
vez, en el estudio, Disney fue ganándose fama de ser un jefe paternalista y
conservador, dominando cada uno de los pasos de la producción. Sin embargo,
también hay que decir a su favor que Disney no estaba interesado en su lucro
personal sino que invertía todo lo que ganaba en seguir realizando películas.
Mary Blair |
Las producciones de los años 40 y
50 evidencian una maestría creciente en el manejo de la “personality animation”
o caricatura del realismo, con producciones como Peter Pan, Cenicienta o Alicia en el País de las Maravillas, cuya
directora de arte fue Mary Blair. Otro de los hitos del estudio fue La bella durmiente, con dirección
artística de Eavynd Earle, cuya producción se alargó durante 8 años, y que se
estrenó en 1959. En este mismo período, Disney centra su atención en la
creación de un suntuoso parque temático, su particular Shangri-la: el primer
Disneyland, abierto en 1955.
En los años 60, y con un Disney
mucho más despreocupado, las producciones comienzan a ser dominadas por los
propios animadores, destacando dos veteranos del estudio: Woolie Reitherman
como director de animación, y Ken Anderson como director de arte. Ellos
marcarían la pauta del estudio durante décadas, empezando por 101 dálmatas (1961), que fue la primera
película donde se empleó sistemáticamente la fotocopiadora para sustituir el
proceso de limpieza de línea.
Aunque a Disney no le gustó nada
el resultado de la fotocopiadora, lo cierto es que las animaciones ganaron en
frescura y espontaneidad, dando lugar a clásicos tan imprescindibles y modernos
como El libro de la selva (1967), que
Disney no llegaría a ver concluido. Disney falleció en 1966 a causa de un
cáncer de pulmón, y está enterrado en el cementerio de Glendale, California.
Y hasta aquí puedo leer. A Disney
se le debe la idea de la animación “de marca”, de un producto claramente
reconocible, como un sello de calidad con el que es imposible competir. Las
innovaciones tecnológicas que introduce son importantísimas, como la cámara
multiplano vertical, pero también lo son sus procedimientos de estudio,
estableciendo controles de producción como el storyboard o el test de línea.
Pero, sobre todo, cuando hablamos de animaciones Disney, estamos hablando del
trabajo de un grandísimo estudio donde trabajaron juntos artistas de muchísimo
talento, no siempre bien reconocido, como Art Babbit, Joe Grant o Mary Blair,
que llevaron la animación a cotas nunca antes imaginadas, y que hoy siguen
siendo una referencia mundial.
Joe Grant |
Referencias bibliográficas:
Giannalberto Bendazzi (2003), 110 años de cine de animación.
John Canemaker (1996), Before the Animation Begins. The Art and Lives of Disney Inspirational
Sketch Artists.
Donald Crafton (1982), Before Mickey: The Animated Film (1898-1928).
Andreas Deja (2016), The Nine Old Men. Lessons, Techniques and Inspiration from Disney’s
Great Animators.
Frank Thomas, Ollie Johnston (1981), The
Illusion of Life: The Art of Disney Animation.
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